Sunday, July 23, 2006

Heréticos Individuales de RAUL CARRERAS





a los que no abandonan
sus sueños.


VIAJE RURAL



I


puedo llenar de viento
y de sol y de verde soja las pupilas
el iris incrédulo
asombrado
mi urbano corazón con este horizonte descalzo
que nos obliga al silencio

alambrados de púas interrumpen el paisaje luminoso

aún puedo envejecer un instante
con las palmas abiertas al cielo antes
que el progreso descienda de las autopistas
antes
de subirme al automóvil y extenderme
por esa línea oscura de pavimento siempre
hacia un Sur profundo
en esta provincia signada por la fe
el agua iracunda
el engaño
y la frágil memoria.



II

envejeciendo
los molinos suspiran
como herida del Sur en la tarde su rueda gime

así el viento
calmo y caliente templa el ojo
fatigado del hombre que siembra
en el horizonte noble la mirada suplicando
gotas de cielo para la sed de esta tierra

paciente el deseo dibuja nubes lentas y oscuras

así el silencio
acurrucándose
áspero en las palmas del hombre
que sueña
solitario bajo el sombrero de paja
la cosecha



III

descalzos sueños naciendo en el pajonal
inagotable
susurro de amor las palmas enmudecidas
canto de grillos en las cansadas taperas
bajo el rocío
plateado de la extensa noche el sueño
de la tierra generosa descansa

luego la tenacidad del grano amaneciendo

y el viento de la ruta que nunca olvida
enrojecido cuenta
siempre las mismas historias presentes
su lengua de hojas amarillentas
murmura
al viajero indiferente
de aquellos sueños que se han llevado las aguas enloquecidas

anónima muerte país que se desgrana

a veces las cunetas reflejan solo el olvido

cuándo
el sueño liberado me pregunto
cuándo
la espiga bendecida alimentando las mesas
las mesas huérfanas que nos dejaron
la desidia y el agua que aún siguen pasando



IV

polvoriento el camino
en el alba luminosa se adelgaza
y se pierde sobre el lomo difuso del paisaje

después del puente la laguna
abre infantil su ternura de patos silvestres
y teros alucinados
en la mañana temprana del Sur

los eucaliptos frondosos traen la sombra fresca
quién
puede emigar de esta quietud

el perro moja sus patas en el agua barrosa
salta sobre la sombra que dejó una perdiz

respiración del agua mansa
y la débil bruma se expande
aquí
nace el silencio
que una brisa piadosa arrastrará hasta el corazón
de un pueblo cercano
aquí se originan el deseo
de la mujer amada la tibia
desmesura de sus pechos la cadencia
morena y melancólica de las caderas enamoradas aquí
la húmeda
dignidad del ojo
que todo
lo comprende



V

pueril
bajo la sombra incipiente
de una joven parra la memoria
del viajero se detiene junto al aroma
humeante del pan casero
caliente
se detiene
y bebe
en el agua fresca del estanque los nombres ausentes

Vicenta la abuela paterna
horno de barro sus manos
patio de tierra y la mesa
dura de madera dura
su áspera caricia

el latido modesto de la granja trae
difusa su voz italiana
canción de abuelos emigrantes
la siesta
agua para los recuerdos
para el torrente de la memoria
sombras pueril de la identidad
siempre
siempre presente



VI

silenciosas
las manos siembran a pesar
de los traidores siembran

eclipse
y los cuerpos terrosos se arrastraron lamiendo la mentira

el tren que ya no pasa y las mañanas que ya no pasan
se parecen tanto
al destierro en estos andenes arrasados
vaciadas siluetas de un pueblo
infinito
gotear de sueños que emigraron

silenciosas las manos siembran
bajo un sol caliente y humillado
a pesar de la repugnante mueca de unos traidores siembran
obstinadamente
siembran



VII

paradas junto a un almacén solitario las ruteras
anochecidas
a la entrada de un pueblo quieto esperando

se cuenta que lo hacen por unas cuantas monedas

derraman el semen de los camioneros
sus bocas existen detrás de la luna

se cuenta que en otra época eran obreras que aún
sus piernas enmudecidas conservan el frío
desmantelado frigorífico su pasado

se cuenta que cantaban sus bocas canciones
y marchitas a los sobrevivientes hijos
de una revolución productiva

rugen su civilizado grito los grandes camiones
sobre el asfalto lejano alguno se detendrá
bajará buscando el húmedo
calor que brota de los labios
por un instante
plateados



VIII

urbanos
mis párpados profanos bostezaron la quietud
y el vuelo silvestre del ave
para esta pupila solitaria

arrastro la voz del viento seco
en la lengua el murmullo lento del riacho
la dócil procesión del ternero y sus ojos
extensos

traigo el asombro
la escasa sombra de la planicie
para las calles humildes de mi barrio
traigo la ofrenda de la siesta
el sudor de las tranqueras y la fe del arado
y la ausencia
frágil paisaje que la avaricia devoró
el hueco que ha dejado en la tarde
la herética desmesura de los hombre

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